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Arquitectura
y Ciudad
La ciudad como
problema estético
De la
Modernidad a la Posmodernidad
ZENDA LIENDIVIT
En
el sentido usual de la palabra, la
ciudad es un problema estético
porque su estructura material (es
decir, sus posibilidades de
realizarse en un tiempo y en un
espacio determinados) está dada por
la arquitectura. Pero también es un
problema de la estética. Como
productora constante de formas, y
cada vez a mayor velocidad, ella
comparte con el arte la posibilidad
del conocimiento y de la reflexión.
Posibilidad que está directamente
relacionada tanto con las formas
urbanas producidas –la forma final
pero también sus procesos de
producción, sus transformaciones,
sus significados colectivos y su
historia- así como con las
condiciones de recepción. De allí
la problemática estética de la
ciudad, porque precisamente en esa
percepción y en esas posibilidades
formales están en juego los
mecanismos de acceso, de
pertenencia, de fragmentación y de
exclusión. Pero, principalmente, la
reflexión crítica, la posibilidad
del hombre de relacionar y juzgar
frente a la sobreproducción de
estímulos que siempre tienden a
sofocarlas. O, mejor dicho, las
posibilidades de la resignificación
personal y colectiva para encontrar
un sentido a esa habitabilidad.
La estética de una
ciudad no sólo da cuenta de
las condiciones materiales de una
sociedad sino que ella también
produce conductas y saberes. La
estética como disciplina es una
forma de educación que tiene su raíz
en la cultura, personal y colectiva,
y que influye directamente en los
modos de ver y de concebir los
espacios urbanos. Percibir en la
ciudad la belleza, o mejor dicho,
definir cuándo, bajo qué
condiciones, con qué formas, la
ciudad es considerada bella
(funcional en la modernidad, diversa
en la posmodernidad, tecnológica
siempre), implica una serie de
valoraciones previas donde se pone
en juego la sensibilidad individual,
la capacidad personal para la
experiencia, los saberes adquiridos
y la posición en la que se está con
relación a la ciudad (la pertenencia
y el acceso) y con la época así como
con la historia y el territorio.
El presente libro
ensaya una serie de cuestiones que
relacionan las formas
arquitectónicas producidas por la
primera modernidad industrial,
especialmente el urbanismo nacido en
París a mediados del siglo XIX; las
ciudades que fundan los proyectos
utópicos (el funcionalismo y el rol
trascendental de la técnica como
configuradora de espacios,
arquitecturas y cuerpos); las
pervivencias del pasado en la
metrópolis así como su relación con
la historia; el efecto de la
metropolización sobre los cuerpos;
sus variaciones en el tiempo en
cuanto a escala, lenguajes y
articulación de elementos, hasta
llegar a la época actual. De la
utopía de la modernidad,
principalmente la utopía
racionalista, que soñaba
totalidades, y sobre todo
universalidades, hasta la estética
de la diversidad posmoderna, que
busca en el fragmento, en el
individualismo y en la desconexión
el fundamento de una nueva
habitabilidad, la ciudad es
también una información que circula
como conocimiento que pertenece a un
contexto no sólo geográfico-regional
sino global. La expresión de una
ideología que toma las posibilidades
de la estética arquitectónica para
irradiarse, difundirse, y sobre
todo, imponerse sobre las
particularidades y garantizarse la
reproducción. Experimentar una
ciudad, apropiarse de ella,
comprender sus mecanismos, la
relación de sus construcciones con
los espacios y la historia, es un
trabajo de la razón pero también de
los sentidos. Y, como diría Simmel,
del alma. Es, al fin y al cabo, un
problema estético.
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